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Aceite de Repuesto

  • Caritas Christi Urget Nos
15 | 08 | 2023

/…/ “Y llegó el novio. Las cinco espabiladas, pasaron a la boda. Otras, medio dormidas, llegaron tarde, sin aceite y con exigencias…
Una pregunta indiscreta: ¿Quien enseñó a Jesús a hablar en parábolas? Sospecho que María y José. En su casa y en su pueblo había arados, aceiteras, semillas para sembrar, levadura, vestidos para las fiestas, algún vecino que perdió la oveja, cerrojos para que no robaran las herramientas de José, alguna moneda que se cayó detrás de la pata de la cama, odres para guardar vinos diferentes, un vecino que podaba cuidadosamente sus parras, etc. En aquella casa-escuela, un NIÑO pasó por las etapas normales de aprendizaje: Infantil, Primaria, Eso, Bachillerato y Universidad. Todo esto en 30 años, porque el Doctorado lo hizo sólo en tres.

¿Qué suerte tuviste Jesús! Pero, ni tu Madre entendía el por qué avanzabas en ciertas materias: Humildad, Sencillez, Caridad; de otras, no querías ni hablar: prepotencia, astucia, egoísmo. Apenas entendió cuando, a los doce años, te escondiste en el templo para hablar con los mayores; o cuando parecía que la  despreciabas con aquella frase: “mi madre y mis hermanos son todos estos…”; y… no sabemos hasta donde entendió aquello de: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”; justo, en aquellos  momentos, y levantado en alto, acababas  de obtener el Doctorado en AMOR.

En ese momento, se acabaron las parábolas, aquella especie de cuentos para niños que salían de su boca y que encerraban más sabiduría que la de Salomón. Las gentes sencillas, las que van sin rodeos, las que aman sin remilgos, han entendido por donde andaban, en la noche de bodas, las prudentes y las necias.

CiriosEn estos tiempos en que vamos actualizando el recuerdo de  una mujer prudente, Luisa de Marillac, se nos antoja verla acaparando aceite para poder encender y mantener vivas a miles y miles de lámparas; y con esa previsión,  asegurar la Luz de Pentecostés en momentos concretos de la historia de la Compañía. Cada Hija de la Caridad ha ido y va recorriendo el camino del servicio con su lámpara encendida; lámpara que no admite despistes, porque el camino tienes sus “noches oscuras”, y algún que otro pedrusco donde tropezar, derramando parte o todo el aceite.

En ese supuesto, es donde hay que correr, venciendo modorras, “saltando montes y collados” como diría San Juan de la Cruz, para repostar, en el depósito del Amado, y llegar a tiempo a las bodas. Y en la Compañía han existido y existen esas buenas aldeanas que han sabido y saben correr como quien va a apagar un fuego, para tener todo a punto.

Caritas Christi Urget NosEmpezaba mi reflexión con una pregunta indiscreta: ¿Donde aprendió Jesús a utilizar semillas, arados y … para enseñar las cosas más profundas del Reino? Ahora, para acabar estas mis sencillas ocurrencias, me formulo otra pregunta, no tan indiscreta, porque tiene buenos fundamentos: ¿De dónde sacó Santa Luisa  tanta aceite para mantener su LUZ 400 años? La respuesta está en la CRUZ. Jesús, amando, sirviendo, perdonando y salvando fue su maestro. No en vano nos dejó el diseño del escudo, ese símbolo que recoge, en resumen, la esencia del ser de la Compañía.“Caritas Christi urget nos”.

Es ahí donde la Compañía nutre sus lámparas para que, también de noche, acertemos con la llave maestra que, en caso de apuro, abre aquellas puertas donde la compañía tiene sus referencias vocacionales.
Celebrando hoy la gran fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen viene bien recordar las intenciones, hechas plegaria, de Santa Luisa en su peregrinación a Chartres el 24 de octubre de 1644: 

“El lunes, día de la Dedicación de la iglesia de Chartres, lo empleé en ofrecer a Dios los designios de su Providencia sobre la Compañía de las Hijas de la Caridad, ofreciéndole enteramente dicha Compañía y pidiéndole su destrucción antes de que pudiera establecerse en contra de su santa voluntad; pidiendo para ella por las súplicas de la Santísima Virgen, Madre y guardiana de dicha Compañía, la pureza de que tiene necesidad”. 

                                                                         Rosa Mendoza, Hija de la Caridad