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Sor Juana Segado Bolea
70 años de vocación y 95 de vida
Nos dejó para disfrutar del ENCUENTRO con El que la llamó a su servicio en la Compañía.
“El banquete de la Eucaristía nos convoca para compartir nuestra experiencia de fe y de constancia al desear ser siempre fortalecidos por el PAN que da VIDA, por el alimento de la Palabra que nos orienta y da seguridad para avanzar en el camino.
Esa ha sido la experiencia constante de Sor Juana, la Eucaristía, el rosario, la liturgia diaria, ese pensamiento siempre puesto en el deseo de fidelidad y de respuesta al amor que un día la llamó a su servicio.
Siempre llevó en su corazón a los niños de la guardería de las mil viviendas, recorría el camino y regresaba al atardecer, misión cumplida, que hoy todavía recuerdan las trabajadoras que compartieron con ella.
El comedor del Colegio, donde hacía hasta su psicomotricidad antes de entrar, y pacientemente y con estímulo del premio conseguía que todos comieran muy bien.
Sus manos artistas para la costura, nada se le ponía por delante, eso estaba hecho.
Los pobres, las personas que trabajan en el colegio, las asociaciones… todos hemos participado de su presencia en las celebraciones. Presencia significativa que no necesitaba discursos.
Su amor a la familia, especialmente a su hermano sacerdote y a LOLI… a todos.
Vivió el espíritu de la Compañía haciendo realidad en su vida la vida de los pobres.
95 años desgastados por fuera y llenos de riqueza por dentro. Como decía el sacerdote en su homilía, ya no veía bien para leer, pero eso no impedía que recitara con ritmo todos los salmos de la liturgia, no hacía falta lupa en esta experiencia de oración y de desgranar la Palabra, compartía en los intercambios con sus notas en papeles muy desgastados por el tiempo, todo es un signo, del verdadero espíritu de pobreza y austeridad.
Su presencia en el Colegio era discreta, cercana y participativa. Era el referente del comedor. Ahora había que ayudarle en su persona, humildemente aceptaba el servicio y se hacía querer, escuchaba las indicaciones o correcciones e iba asimilando la fragilidad. Valoraba la atención de la Comunidad y del personal que se preocupaba de tantos detalles para ser colaboradores en la fragilidad y seguir amando la vida.
Los pobres siempre han preguntado por ella, su diálogo era humano y al mismo tiempo exigente para hacer el camino. Las Hermanas que necesitaban de sus manos para obtener patrones, preparar prendas y retocar lo confeccionado solo tenían que acercarse y solicitar su servicio desinteresado.
El aprecio hacia la vida sacerdotal era un punto fuerte que le hizo acompañar a su hermano sacerdote en toda su enfermedad muchas tardes de domingo y volver a la Comunidad repleta de buen humor y con acopio de anécdotas y chistes.
Gracias Señor por poner en nuestro camino Hijas de la Caridad que nos mueven a entregar todo y a amar la Comunidad como regalo de la presencia de Dios entre nosotras.
“Dános Señor la sabiduría asistente de tu trono…”
Con cariño la Comunidad del Colegio San José Alicante