Tortosa: Teresa y Mercè, gratitud infinita

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06 | 05 | 2022

“Una Casa de Acogida, unas manos que apretar, una mirada limpia, un oído que escucha, un plato caliente, una ducha, unas personas que respetan, un Hogar"

(26 años por todos, Teresa y Mercè, Hijas de la Caridad)

Artículo de esta semana en el diario “L’Ebre” escrito por Ferran Bel, diputado en las Cortes

"Este lunes hemos despedido de Tortosa a sor Teresa Andrés y sor a Mercè Forgas, las dos últimas hermanas de la comunidad en Tortosa de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.

https://setmanarilebre.cat/teresa-i-merce-gratitud-infinita/

Las Hijas de la Caridad llegaron por primera vez a la ciudad en 1808 y dirigieron su hospicio, cuidando de huérfanos y personas mayores, y estuvieron allí hasta 1829. En noviembre de 1995 vuelven a Tortosa, con una pequeña comunidad de tres hermanas, que permanecerá hasta abril de 2022. Vuelven, para servir e impulsar la Casa de Acogida de Tortosa, que se pone en funcionamiento en ese momento fruto del esfuerzo de muchas personas e instituciones. Esta Casa nace de forma modesta con una casa en la calle Sant Lluís en el barrio de Santa Clara en 1995, con voluntad de atender a los transeúntes, los sintecho, y los más necesitados. Y lo hace, esencialmente, desde la voluntad y determinación, y de la mano del Obispado, con el obispo Lluís Martínez Sistach al frente, de Cáritas, con Manolo Miralles, y del Ayuntamiento, con el alcalde Vicent Beguer y la concejala Anna Algueró. A estas voluntades institucionales, se añadieron otras muchas entidades de la ciudad, y mucha gente y empresas, que con su trabajo voluntario y sus aportaciones también hicieron posible el éxito del proyecto. Sin embargo, seguro que todo el mundo que haya conocido de cerca el proyecto desarrollado por la Casa de Acogida coincide en que, sin la presencia, sin el trabajo, sin la dedicación, sin el compromiso, sin el servicio, sin el esfuerzo, sin la actitud vital hacia los más pobres y necesitados, sin la sonrisa y sin la afabilidad de las Hijas de la Caridad no habría sido posible consolidarlo ni hacerlo crecer tanto.

Sor Teresa, durante 26 años, y sor Mercè durante 19 años, así como sor Bibiana, sor Regina, sor Emilia, sor Ramona, sor Victoriana, sor M. Dolors, y sor Encarna, han cuidado la Casa de Acogida y han atendido a decenas de miles de personas, usuarias de la Casa, siempre sin esperar nada a cambio, porque, como solían decir, cuando atiendes a un hermano no esperas nada a cambio. Este compromiso, este servicio y esta humanidad merecen el mayor de los reconocimientos y agradecimientos.

Cabe remarcar que a partir de ahora la Casa de Acogida tiene garantizada su continuidad con la Fundación Casa de acogida Purísima Concepción Victoria de Tortosa, entidad constituida en 2008, con el apoyo económico del Ayuntamiento y con el trabajo voluntario y aportaciones de mucha gente. Pero Teresa y Mercè, como el resto de Paülas, durante estos 26 años, no sólo han cuidado la Casa de Acogida, sino que también se han hecho presentes en su barrio, Santa Clara, y en toda nuestra ciudad, y se han implicado con otros muchos proyectos e iniciativas, y también por eso las echaremos mucho de menos. Se me hace difícil pensar en pasear por Santa Clara o por la calle Moncada sin encontrar a menudo Teresa o Mercè, siempre pendientes de las necesidades de los más desfavorecidos o de los problemas o inquietudes del barrio y la ciudad.

Durante estos años he tenido la suerte y el honor de compartir trabajo y amistad con ellas, momentos y situaciones difíciles, y momentos más agradables, y debo decir que siempre he aprendido mucho de todas las hermanas Paülas. Han sido un verdadero ejemplo de compromiso social y cristiano, y sin lugar a dudas han contribuido a hacer la ciudad y la sociedad mucho mejores, más solidarias y más humanas. A lo largo de estos años, las Hijas de la Caridad se han hecho querer mucho, todo este tiempo, desde noviembre del año pasado, cuando se hizo público que la congregación, por falta de hermanas, había decidido disolver la comunidad de Tortosa, y que Teresa y Mercè debían irse. Hasta esta semana, ambas han recibido muchas muestras de cariño, de reconocimiento y de agradecimiento por parte de muchas tortosinas y tortosinos, y de gente de toda la Diócesis. Estoy seguro de que a muchos nos gustaría que las Hijas de la Caridad volvieran a tener comunidad en Tortosa por tercera vez, pero en esta ocasión que no tardaran 165 años en hacerlo, como en la última.

En nuestros días, a menudo, cuando se habla de la Iglesia Católica en los debates públicos, es sólo para expresar fuertes críticas o en términos negativos, y desgraciadamente, en ciertas ocasiones, no siempre, quizás no falten razones. En cambio, muy rara vez se explica, se difunde y se reconoce la tarea y el compromiso hacia la sociedad de entidades eclesiales, como Cáritas o las Hijas de la Caridad, que tienen un compromiso con los más pobres y necesitados, y que actúan en muchas ocasiones discretamente donde las instituciones públicas no lo hacen.

Me gustaría que la gente cuando oyera hablar de Iglesia Católica, visualizara las caras, las sonrisas, la actitud y el compromiso de personas como sor Teresa y sor Mercè. Ellas también son la cara de la Iglesia en el siglo XXI, aunque casi nunca son noticia, ni salen en los medios de comunicación ni en las redes sociales. A ambas, a Teresa y Mercè, y al resto de las siete hermanas Paülas que durante los últimos veintiséis años han estado en Tortosa, reconocimiento y gratitud infinita."

Artícle original del setmanari "L'Ebre", 6