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Testimonio de una joven que creció en un "hogar"

  • Carolina Fernández creció en un centro
Fechas:
03/02/2020

Resumimos a continuación la entrevista a una joven, Carolina Fernández, que publicó en redes sociales una carta en la que explica su experiencia como menor tutelada por el Estado desde los 10 hasta los 18 años. Ella ha sido la protagonista de la entrevista en el programa ‘Avui Actualitat’, de CANAL4 Televisió.

“¿Qué hiciste? Pareces normal, me dicen en muchas ocasiones. Son estigmas, prejuicios con los que nos topamos al salir de los centros de menores. Y es que algunos repiten los patrones que sufrieron en el pasado y por los que llegaron a estos centros, pero la gran mayoría salimos adelante”, ha manifestado Carolina.

En su opinión, “la sociedad ha ido desplazando a los chicos que entran un centro de menores”, ya que existe confusión entre lo que es un hogar de acogida y un reformatorio. “En un centro de acogida se crean vínculos y se transmiten valores. El pasado no se puede cambiar. Tienes que dejar que te ayuden. Al final, todo depende de tu propia actitud”, ha comentado la joven.

Carolina ha asegurado que está “muy orgullosa de la gente que me ha educado. Cada año celebro la Navidad con mi educadora. Es mi familia. Es a la que acudo cuando necesito ayuda”.

“Llegas al centro con mil barreras. Tienes que luchar. Vayas donde vayas te encuentras a malas personas. Todo depende de la personalidad de cada chico. Seguramente, los casos que están saliendo en prensa estos días sean de jóvenes que se han cansado de luchar y que han dejado que todos sus demonios salgan fuera. Yo os puedo asegurar que cuando volvía al centro con un par de zapatos nuevos es porque me los había ido a comprar con mi educadora, no porque llegara de prostituirme”, ha lamentado esta joven extutelada.

“El sistema sí que funciona”, ha manifestado Fernández, pero es que por mucho que los educadores quieran, si el menor no pone de su parte, el riesgo de echarse a perder está siempre presente, “como ocurre también en las mejores familias”.

 

Lea a continuación la carta que publicó Carolina Fernández en las redes sociales:

“Me llamo Carolina Fernández García, tengo 27 años y desde los 10 hasta los 18 estuve bajo la tutela del Estado viviendo en un centro de menores.

Me duelen mucho las noticias que salen a la luz actualmente sobre la explotación sexual a menores de centros.

Como extutelada reconozco que las carencias afectivas fueron parte de mi infancia. Carencias que, por más que los educadores quieran compensar, es difícil ya que cada niño y cada historia es un mundo y no hay carrera alguna que te prepare para combatir el dolor y la pena de cada niño.

Durante toda mi vida he luchado por salir adelante y he tenido la mejor de las suertes al encontrar a mis educadores y tener a mis compañeros que, a día de hoy, son como mis hermanos.

Pero no todos somos iguales, no todos gestionamos el dolor de igual modo y no creo que sea el sistema el problema porque nadie puede salvar a quien no quiere ser salvado.

La sociedad debe cambiar el concepto sobre los niños bajo protección del Estado. Debe humanizarse, liberarse de estigmas y comprender que son niños con el corazón roto y mil sentimientos que no saben gestionar porque son sólo niños que quieren que les quieran incondicionalmente.

Un pensamiento recurrente durante mi infancia era que si mi propia madre no había sido capaz de quererme bien, sin infringirme dolor, ¿por qué otro lo iba hacer? Que los educadores estaban ahí porque al final de cada mes les pagaban por ello.

Ese pensamiento vivió conmigo durante años y lo superé entendiendo que la sangre y el adn es sólo eso, que el amor puede venir de diferente forma y que todos merecemos que nos quieran por muy rotos que estemos.

Pero también entendí que nadie me debía nada que, por mucho dolor y rencor hacia la vida que sintiera, nadie estaba en la obligación de salvarme, salvo yo misma.

Y así lo hice: me salvé. Me salvé queriéndome y aceptando el amor de quienes no me herían y cuidaban de mí y dejé de cuestionarme si lo merecía.

Pero para llegar a ese punto alejé a muchas personas que solo querían ayudarme. Pensaba: “cuantas menos personas quiera, menos daño sufriré”. Y sí, hay que ser selectivo con las personas que dejamos entrar en nuestra vida, pero el dolor es parte de nuestra existencia. Solo nos queda aprender de él, disfrutar de todo lo bueno que tengamos y luchar para mantenerlo.

Estoy orgullosa de dónde vengo, amo las cicatrices de mi corazón porque me enseñaron a amar, soy la mujer que soy porque me crié en Llars el Temple y tuve las mejores educadoras, las mejores madres, la mejor familia. Una familia que me regaló la vida. #resiliencia