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Testimonio de mi experiencia orando y sirviendo con la Comunidad Interprovincial de las Hijas de la Caridad en Melilla
"Presencia"
Me ha costado días ponerle voz a todo lo vivido en Melilla pero si tuviera que resumir en una palabra todo lo vivido, ésta sería: PRESENCIA
Para un cristiano es difícil hacer que una persona que no conoce a Dios, entienda lo que significa en su vida. Sólo desde el encuentro personal, se puede entender que Dios es una experiencia que ocurre en el corazón, donde se vuelve verdad absoluta, que existe, que te ama con locura y que permanece siempre, pase lo que pase. Una vez que se experimenta, no quieres soltarlo nunca y acaba por impregnarlo todo. La relación con Él te transforma y te lleva a descubrir que está más cerca de lo que parece y que se hace PRESENCIA en el que tienes al lado. A veces cuesta darse cuenta de esto porque no siempre el prójimo nos cae muy bien y nace el juicio, pero si logramos sobrepasar las barreras, entenderemos que Dios se hizo hombre para que diéramos la vida por los demás, aunque los demás nos duelan.
Eso es lo que hacen las hijas de la Caridad en Melilla: dan su vida por todos los que llegan a su puerta, por "sus chicos" como dicen ellas y por los que se encuentran de camino también. Ha sido conmovedor ver cómo acogen a los jóvenes que llegan nadando desde Marruecos (muchos de ellos podrían ser algunos de mis alumnos), los tratan con la dignidad que todo ser humano se merece, no como a inmigrantes o extranjeros sino como a hijos a los que cuidar y ayudar en la búsqueda de sus sueños. ¡Cuántas maneras hay de ser fecundos! No hace falta parir para ello; ellas "dan a luz" de una manera preciosa, valorando la vida con la única distinción de llamar a cada uno por su nombre, a pesar de que son muchos.
Estos días pensaba que me sentiría más tranquila si fuese madre marroquí y supiera que mi hijo está mirado por una Hija de la Caridad. He sido consciente de que mi historia sería muy diferente si hubiera nacido solo unos metros más allá de donde separa la valla una tierra de otra. No me imagino el sufrimiento de tener que darle un beso a mi hijo al despedirse antes de ponerse a nadar varias horas, sin saber la suerte que correrá. Pero sí siento la alegría de ver cómo los jóvenes llegan "muertos" de tantas horas en el mar y los veo "resucitar" cuando llegan a los brazos de las Hijas de la Caridad. Da crédito su nombre a la obra que realizan.
En su misión he podido experimentar de una forma muy tangible el amor de Dios por los pobres y pequeños y la Gracia que desprende el que Jesucristo los eligiera cómo sus favoritos, cuando los hacemos nuestra prioridad. Cobra mucho sentido el pesebre y la cruz, la pobreza y el sufrimiento. Es increíble hacer realidad el mensaje "no hay amor más grande que el que da la vida por los que ama"; no hay estado del bienestar que supere esta belleza.
San Vicente y Santa Luisa deben de estar felices en el cielo viendo cómo trabajan "las niñas de sus ojos". Vuestra PRESENCIA llena de esperanza el mundo a través de este rincón que, aunque minúsculo en el mapa, lo llenáis de un amor inmenso.
Ha sido un regalo experimentar el carisma y trabajar a vuestro lado cuidando a "los amos", nuestros hermanos que son ejemplo real de la PRESENCIA de Jesucristo en los más necesitados.
Escribo esto para que nunca se me olvide que cada ser humano exige ser mirado como un Don. También para dar gracias a Dios por las muchas Gracias recibidas en estos preciosos días en Melilla.
Ana