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Sor Vicenta Gutiérrez

  • Sor Vicenta
13 | 05 | 2023

Sor Vicenta Gutiérrez, cuya muerte ha tenido lugar serenamente, después de una dilatada y fecunda vida de entrega incondicional a los pobres, es una llamada para todos nosotros, que, aún nos movemos por este mundo. 

El misterio de la muerte, incluso cuando su llegada no es una sorpresa, es ante todo una ocasión para enfrentarnos a la realidad, mirándola a la cara sin miedo, más aún, con la luz que, desde la fe, sabemos que Sor Vicenta ha pasado de la muerte a la VIDA, porque la Vida de los que en Ti creemos Señor no termina, se transforma. Estamos convencidas de que nuestra querida Hermana está gozando ya de la Presencia de Dios-Padre. 

Vicenta, nació en PAREDES DE NAVA (Palencia) el 1 de mayo de 1926. Pertenecía a una familia de gran tradición cristiana. Recibió el Sacramento del Bautismo, y viviendo en ese ambiente de religiosidad y práctica de los Sacramentos, se fue gestando su vocación, ingresando en 1953 en la Compañía de las Hijas de la Caridad. 

Desde el primer momento dio a conocer su DISPONIBILIDAD a la Voluntad de Dios. 

Sobresalió por ser una mujer amante del trabajo, incansable. Disfrutaba mucho con los niños que le encomendaron en las guarderías que estuvo; también gozaba, una vez jubilada, de los servicios que se le asignaron: atención a una Hermana mayor, la despensa y la Sacristía; lo hacía todo con un espíritu jovial y alegre. Si algo le costaba, tenía la habilidad de disimularlo. 

En los lugares donde estuvo destinada supo inculturizarse totalmente, en las fiestas locales, religiosas y festivas. Sabía adaptarse a todo y empatizar con todos. Le agradaba explayarse en la hora de recreo. Y Vivir la liturgia con dignidad. Asidua en la oración, cultivaba su amistad con Dios, que la iba modelando para sacar de ella la Hija de la Caridad que SU DUEÑO se había forjado. 

Los días de visita a la familia, los hacía coincidir con las fiestas de su Patrona: “La Virgen de CAREJAS”. Allí se reunía toda su familia, a la cual profesaba un gran cariño y numerosas Hijas de la Caridad naturales de Paredes de Nava. Tengámoslas presentes en este día y demos gracias al Señor por su llamada y respuesta. 

Cuando la enfermedad se instaló en su cuerpo como una gran soberana, exclamó: “Ya no puedo más…” y se abandonó en las manos del Señor; fue a partir de ese día cuando comenzó a participar de la Pasión de Jesús con elegancia (nadie la vio ni triste ni llorosa) el Señor Jesús no la dejó de sus manos ni la Comunidad ni la familia, que la llamaban y venían a verla. 

Que la Virgen de la Medalla Milagrosa, le muestre el rostro glorioso de su HIJO JESUCRISTO para que goce de su presencia. Vicenta, amiga, tía, Hermana y compañera, ahora nadie ni nada te separa del amor misericordioso del Padre. Intercede por todas nosotras y por los pobres, que continuamos peregrinando en este mundo. 

Finalmente, nos dirigimos a su familia para decirles que hemos tenido la suerte de conocer a la tía Vicenta y de convivir con ella; que tengan la paz de que ahora más que nunca reza por todos ellos: sobrinos, resobrinos y biznietos; y también por la Compañía España Este.

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