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Periferias: Querido hijo. Simplemente Gracias. El Primer Empleo.

  • Alfa y Omega
  • Patricia Vega
21 | 06 | 2021

Querido Hijo

9 de Junio de 2021

Escribo para hablarte de tu papá. Siento una gran admiración por él. Cuando seas más mayor seguirás acordándote de momentos a su lado. O conservarás una vaga imagen de su rostro y de su voz. Quizá te preguntes cómo hubiera sido una infancia junto a él. Quiero que sepas que siempre estuvo a tu lado. No hubo un solo día en el que no pensara en ti. Tú fuiste quien le animaba cada mañana para levantarse de la cama. Aunque hubiese días que le costase encontrar sentido a lo que estaba viviendo. Aprendió castellano gracias a ti. Horas de clase que le recordaban tu corto paso por la escuela. Días repitiendo palabras, semanas sin entender nada. Tengo que confesarte que alguna vez se cansó, pero nunca llegó a tirar la toalla. 

Los primeros días tras su llegada a uno de nuestros pisos comía poco. Arroz y pollo. A veces, unas patatas para cenar. Por la mañana, café. Y durante el día, algún que otro té. Cocinaba bien. Nos agradecía todo lo que hacíamos por él. Pero no soportaba estar en mejores condiciones que vosotros. Él había arriesgado mucho para venir y su único objetivo era poder trabajar para enviaros el dinero que necesitabais. 
Una de las primeras cosas que nos enseñó, aunque teníamos dificultad para comunicarnos, fue tu foto. Y la de tus hermanas y hermanos. Te vimos con tu madre, con tus abuelos. Dentro y fuera de casa. En días de fiesta y trabajando. Quería que, con el tiempo, fuéramos con él a tu país. Para conocerte. Te hablaríamos de España. Él nos enseñaría vuestra impresionante cultura. Y te contaría que aquí todas las calles están asfaltadas, que puedes caminar sin temer por tu vida o que te roben, que los niños van a la escuela hasta que son mayores. Y que está lleno de perros. Tu papá está muy asombrado con esto. 

Creo que es una de las personas más valientes que conozco. Cruzó varios países hasta llegar a España. A pie, en autobús o en camión. Trabajaba en cada lugar al que llegaba para ganar algo de dinero con el que seguir el viaje. En la construcción, descargando, ayudando en el mercado. Tuvo que cruzar el mar en una lancha de goma. Varios días a la deriva hasta que Salvamento Marítimo le rescató. Dice que no tuvo miedo. Pero no habla mucho sobre eso. 
¿Te imaginas todo lo que os quiere para hacer esto? No existe ningún superhéroe que pueda igualarlo. Aunque, pensándolo bien, ojalá no tuviéramos que hablar de él como un héroe. Sólo como un papá que vivió junto a su familia en el lugar que le vio nacer.

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Patricia de la VegaHija de la Caridad
Fuente: https://alfayomega.es/wp-content/uploads/2021/06/1218_10-06-2021.pdf

Simplemente gracias

14 de Mayo de 2021

«Gracias». Es lo único que me contestó. Lo repitió tres veces. Quizá para comprobar que lo había entendido bien. Le intentaba decir que confiara más en nosotros, aunque en ese momento no lo comprendiese del todo. De la misma forma que él se lo pedía a su mujer y a sus cinco hijos, que le esperaban en el campamento saharaui del que partió.

Su respuesta me llevó a otros «gracias» que recibo de las personas que acompañamos cada día. Por un momento de escucha, al explicarle cómo llegar a un lugar de la ciudad, por avisar de un cambio en el programa, por preguntarle cómo le ha ido la clase de castellano o tras realizar juntos una gestión. Otro chico agradecía que le hubiésemos explicado la importancia de llamar a la puerta antes de entrar.

¿Se puede vivir agradecido tras abandonar, sin una despedida, aquello que te sostenía? ¿Puede mantenerse esta acitud en una situación que no se llega a comprender? Cuando se vive entre pérdidas y heridas sin curar. En el tiempo en el que se experimenta la soledad y los sueños se frustran. Tras desengaños y decepciones. Errantes en una sociedad que se olvidó de ser madre y hogar. Justo ahí, expresar el agradecimiento es un acto de valentía. Algo revolucionario. La gran mayoría de ellos lo hacen. Porque «Dios nunca me ha dejado» y «tengo vuestra ayuda». Así se convierten, con esta sencillez y confianza, en un espejo incómodo que nos desnuda. Invitándonos a reconocer como extraordinario todo aquello que calificamos de normal.

Por eso hoy quiero dar las gracias. En primer lugar a estos hombres y mujeres que mantienen la inocencia y se atreven a confiar. Que siguen encontrando motivos para reconocer el bien en sus vidas. Y que, a pesar de que la noche sea densa, saben descubrir la luz para atravesarla iluminando todo a su paso. Que disfrutan y te invitan a hacerlo con ellos.
Gracias a quienes se abren a otras vidas sin tener en cuenta el pasaporte y creen de verdad en otra humanidad. Una donde se mira desde abajo y se camina de la mano sin preguntar nada. Donde cada uno es tierra sagrada y todos van descalzos. Gracias a quienes creen que aún se puede sembrar en los márgenes y tienen la paciencia de esperar a que la higuera dé frutos, aunque haya que esperar un año más.

A todos aquellos que no tienen miedo a caer; a quienes mantienen la fe y la fortalecen en la dificultad, a quienes siguen sonriendo. A todos aquellos que nos invitan a ser cada día un poco más humanos. Simplemente y sinceramente gracias.

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Patricia de la VegaHija de la Caridad
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La satisfacción de conseguir el primer empleo en España

14 de Abril de 2021

Apareció con una sonrisa. «Esto es muy duro» dijo con el rostro alegre, brillante. Era su primer día de trabajo. Antes de volver a casa vino a contárnoslo. ¿A quién si no? Ocho horas de pie a baja temperatura. Usar la carretilla, cargar cajas, etiquetar. «Mi primer trabajo en España. Estoy cansado y muy contento». Unos días después ya no tenía tantos dolores por todo el cuerpo. Algún compañero se ofreció enseguida para llevarle en su coche y acercarle a casa cuando terminaba la jornada. Pero él seguía utilizando el autobús de la empresa. Aunque tardase más tiempo. ¿Por qué? Unos días después de comenzar a trabajar llegó otro chico nuevo. Es de origen español, pero no de la ciudad. Llevaba poco tiempo y no se ubicaba muy bien. Él, de Gambia, llegó hace más de un año. Sabe bien qué es sentirte desorientado, perderse, preguntar constantemente. Así que durante unos días decidió bajarse en la parada de su nuevo amigo. Lo acompañaba hasta casa y después cogía otro autobús para ir a la suya.

Unas semanas más tarde otro chico nos enseñó, triunfante, una carpeta. En ella, un contrato de cuatro años. Lo miraba y nos daba las gracias. Le repetíamos que era el resultado de su esfuerzo, constancia, buen trabajo. Recordaba divertido cuánto le costaba ir al curso de formación que le ha abierto las puertas. «Pero vosotros me insistíais en que debía ir. Al principio pensaba que os podía engañar. Pero solo me engañaba a mí mismo». Los diez años de experiencia como soldador en Guinea también le han ayudado. Sustituirá a una persona que se jubila. Dice que ha aprendido muchas cosas. Algo que solo se consigue, según él, «si crees que no sabes nada». Además le ha llevado a su casa y le ha presentado a su familia. «He tenido mucha suerte». Algunas veces ha tenido que escuchar comentarios despectivos como: «Negro, dame eso», o «no sé cómo te han dado un contrato». No le importa. Cree, simplemente, que esas personas no saben lo que dicen.

No son los únicos que están trabajando. Jóvenes de distintas nacionalidades, inician con ilusión su primer trabajo. Otros esperan su turno. Cada mes que pasa es un regalo. Porque cualquier día una llamada y una notificación puede negarles la posibilidad de seguir trabajando. Una resolución desfavorable de su solicitud de asilo les cerrará todas las puertas.
 

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Patricia de la Vega Hija de la Caridad

Fuente: https://alfayomega.es/wp-content/uploads/2021/04/1210_15-04-2021.pdf