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Mujeres de Adviento

05 | 12 | 2020

«He hablado por teléfono con mi hijo. Hemos hecho una videollamada. Dice que me ve muy delgada, que estoy desmejorada. Va a reunir el dinero para el billete. Con la ayuda de Dios, volveré». Su voz sonaba entrecortada, triste. La llamada duró apenas unos minutos. 

Hace un mes iniciamos el proceso de retorno voluntario. En julio de 2019 dejó Colombia, a sus cinco hijos, a sus nietos y a su madre. Después de vivir amenazada durante dos años y de perder a su marido víctima de la extorsión, decidió que era el momento de irse. En España, pensaba, podría trabajar, enviar dinero a sus hijos. Y salir a la calle sin miedo.  En enero de 2020 solicitó asilo. Una conocida la acogió en su casa. Solo pudo estar unos meses. Con 50 años se vio en la calle y durmiendo en la sala de urgencias de un hospital público. Dos personas se acercaron y le indicaron cómo pedir ayuda. 

Entró en el Sistema de Acogida de Protección Internacional. La acogieron en un centro. A las pocas semanas la trasladaron de ciudad. Requisitos del programa. Hizo las maletas. Llegó a su nuevo destino. Siete días después comenzó el Estado de alarma. Confinamiento. Comenzó un curso de formación online sin saber utilizar medios tecnológicos. En verano consiguió su primer trabajo, sin contrato, cuidando a un matrimonio. Un mes después se mudaron al pueblo. Realizó otro curso de limpieza. Consiguió su primer contrato para trabajar en un centro residencial. «Esto me va a ayudar mucho», decía. «Así no estaré todo el día en casa pensando en mis hijos y sus problemas. Cuando trabajo, me siento bien». La oportunidad se truncó con una PCR con resultado positivo. Aislamiento y soledad. Dormía muchas horas. «Así el día se me hace más corto. Y no pienso. Porque mis hijos me necesitan, pero no puedo hacer nada».  A los diez días empezó a buscar una habitación. Comenzaba la segunda fase del programa. No pudo ser. Llegó otro aviso. Su solicitud de asilo había sido resuelta. Denegada. 

Entonces pensó regresar de nuevo junto a su familia. Una decisión, de nuevo, humilde y valiente. Quienes te conocemos sabemos que no es un fracaso ni una historia a la que se le robó el final. Porque tú, mujer ejemplo de superación, nunca te has rendido ni has tirado la toalla. Tú, mujer y madre de Adviento, has creído en un mañana. Volamos contigo esperando ver, junto a ti, un cielo y una tierra nuevos."

Patricia De La Vega,  Hija de la Caridad

-Alfa y Omega, Iglesia aquí-