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‘Las Casitas’: Un oasis para personas enfermas sin hogar en Zaragoza

  •  Un día en Las Casitas con sor Paquita y Daniel Caro.Heraldo
29 | 06 | 2020

Las Casitas, Hijas de la Caridad - Obra Social San Vicente de Paúl de Zaragoza.

El proyecto nació hace más de 25 años con el objetivo de apoyar la recuperación de personas sin hogar que están convalecientes por una enfermedad grave en la capital aragonesa.

Era el año 2017 y Antonio Lizón se alzaba con el primer premio del concurso de fotografía ‘Mirando a la calle’ organizado por la Coordinadora de centros para personas sin hogar con su instantánea ‘Invisible’. En la imagen aparecía una paloma herida y en el suelo, en la plaza del Pilar, completamente sola. Sin duda, aquella imagen reflejaba a la perfección el sentir generalizado de las personas sin hogar que, muchas veces, pasan inadvertidas a pesar estar ahí, entre nosotros, y de vivir una serie de situaciones verdaderamente dramáticas.

“Antonio la recogió, se la llevó a casa, le entablilló la pata y la cuidó durante un tiempo”, relata Daniel Caro, educador zaragozano con quien compartió una estrecha relación de amistad. Natural de Elche, Antonio acabó viviendo en la calle sin tener muy claro cómo había llegado ahí. La suma de una serie de malas decisiones con la ausencia, en la mayoría de los casos, de unos recursos mínimos, una familia o herramientas para salir adelante, hizo que terminase sus días en ‘Las Casitas’, un recurso para personas convalecientes y sin hogar gestionado por la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Precisamente gracias a esta orden religiosa conoció a Daniel Caro, que estaba a cargo de las actividades de ocio del comedor de la obra social los fines de semana y festivos. “Era una persona con un carácter muy especial. Quienes pertenecen a este colectivo han pasado situaciones muy duras y a menudo les cuesta mucho confiar en la gente”, reconoce el educador.
 
Por eso, cuando Antonio enfermó y fue derivado a ‘Las Casitas’ pidió que Caro le acompañase. Y así lo hizo hasta que terminó sus días por una enfermedad. Hoy, Caro trabaja con el resto de usuarios que residen en el centro. “Les acompaño al médico, a sacar dinero y a hacer todos los recados que necesitan. Ahora durante el verano empezaremos una serie de talleres cognitivos para trabajar la memoria y mantener la mente ocupada”, afirma.

“Las personas que derivan a este centro tienen patologías graves y unas situaciones verdaderamente complicadas, aunque cada uno es un mundo. Aquí tienen cubiertas sus necesidades más básicas como un lugar dónde dormir o qué comer, así pueden poner el foco en otras preocupaciones”, añade Caro. Como norma general, cuando este colectivo deja de ser invisible para el resto, comienza a recuperar su autoestima y creer en sí mismo. En definitiva, a creer que otro futuro es posible, también para ellos.

Ubicado a las afueras de la capital aragonesa, el proyecto ‘Las Casitas’ nació hace más de 25 años con el objetivo de apoyar la recuperación de personas sin hogar que están convalecientes por una enfermedad y conseguir una mejora en su calidad de vida mediante la autonomía personal y social con la dignidad como uno de sus principios fundamentales. “En sus inicios en 1990, este recurso surgió para dar atención a personas terminales con VIH. Poco a poco esta enfermedad dejó de ser tan grave por lo que en el año 2009 el proyecto se orienta hacia las personas sin hogar en sus periodos de convalecencia o recuperación”, explica Nieves García, directora técnica del proyecto.

Actualmente, el centro posee una decena de plazas y da cobertura a un total de nueve personas –8 hombres y una mujer-, todas ellas sin un hogar para vivir ni una red socio familiar que les apoye. Ofrece tanto el servicio de acogida como estancia y manutención, así como el diseño de un plan de intervención individualizado y de acompañamiento. Tan solo en 2019 pasaron por el centro una veintena de usuarios, la mayoría españoles. “Todos ellos disponen de ingresos muy bajos y en algún caso carecen de ellos. Además, muchos se están recuperando de tratamientos oncológicos y traumatismos”, resume García.

Recientemente el proyecto era reconocido por el Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza con una ayuda de 5.000 euros en el marco de sus premios anuales dirigidos a poner luz sobre la labor de infraestructuras sanitarias en la provincia de Zaragoza: “La noticia ha sido muy bien recibida y este dinero nos será de gran ayuda para mantener el proyecto. Así que estamos muy agradecidos”.
 

“Cuando cada día escuchas que la gente nota que algo está cambiando en ti comienzas a creer que es posible”

Lasa casitas. Jardín
En Las Casitas cuentan con un amplio jardín y un huerto.Heraldo

 

En el centro, denominado así porque consta de tres casas individuales dentro de un recinto ajardinado, reside una comunidad de cuatro hermanas Hijas de la Caridad, vinculadas durante su vida laboral al mundo sanitario. Son ellas quienes se encargan de que todo marche y de acompañar a estos residentes. “Cada mañana nos levantamos temprano para la oración y a las 8.30 desayunamos y preparamos el desayuno de los acogidos”, explica sor Paquita Conca, responsable de la comunidad. En esta labor le acompañan la hermanas María Jesús Ezquerra, Mariluz Lana y Matilde Sota, todas ellas entre 78 y 83 años.

“Luego preparamos la comida, que suele ser sobre las 13.00, y acto seguido comemos nosotras, y si podemos adelantamos parte del trabajo de la cena”, explica. También se encargan de hacer la compra, se ocupan de pequeñas labores y, en general, de mantener ‘Las Casitas’ en orden. Dentro de la gravedad de sus dolencias, la mayoría de usuarios son autosuficientes, pero cuando no es así son las hermanas quienes les echan una mano en su día a día. Sin embargo, podría decirse que su misión principal es combatir la soledad de estas personas para las que en muchas ocasiones acaban convirtiéndose en familia.

“Siento que puedo centrarme en otros horizontes”

Como explica la responsable, el hecho de hacer vida en común también es muy importante para los residentes que, en su día a día, están acostumbrados a vivir en soledad. Ellas habitan en uno de los edificios mientras que los usuarios se dividen entre los dos restantes donde se encuentran también el comedor y una sala con televisión donde se llevan a cabo muchas de las actividades.

“Además en este centro contamos con un amplio jardín, un huerto y zonas al aire libre. Creo que se está muy bien aquí y que se trata de un recurso muy necesario para este colectivo tan vulnerable”, opina sor Paquita.

Una de las personas que se encuentran en el centro es Julio Ruiz, natural de Madrid, a sus 39 años reconoce que tomó “malas decisiones en el pasado” y acabó inmerso en el mundo de las drogas y el alcohol. Hace unos meses una meningitis lo mandó a la UCI del hospital. “Me dijeron que estoy vivo de milagro”, admite. Ruiz llegó a Zaragoza hace un año en busca de una oportunidad laboral. Sin embargo, una serie de circunstancias fortuitas unidas a la vergüenza de contarle a su familia lo sucedido lo empujaron a acabar viviendo en la calle.

“Cuando cada día escuchas que la gente nota que algo está cambiando en ti comienzas a creer que es posible y a creer que vales”, explica Ruiz. “Llegó un momento en mi vida en el que todo se desmoronó, me di cuenta que necesitaba ayuda, no solo social sino emocional. Gracias a este centro empecé a sentir que podría tener una salida y he comenzado a ver las cosas de manera diferente, ahora siento que puedo centrarme en otros horizontes”, asevera. Hoy, gracias a la tranquilidad que le aporta el hecho de no tener que preocuparse por dónde dormir esta noche o qué comer mañana, sueña con retomar sus estudios y convertirse en trabajador social. “La gente que lo tiene todo cree que lo merece mientras que el que tiene poco lo valora todo mucho más. Quiero sentar la cabeza y ayudar a otras personas como yo, hace falta más gente”, concluye.

Fuente: El Heraldo. Aragón. Solidaridad

ACTUALIZADA 28/6/2020 A LAS 12:56

(CAMINO IVARS)