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Expulsado el autor de la próxima vacuna

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18 | 11 | 2020

Esta profunda crisis que atravesamos ha multiplicado las muestras de solidaridad. Vivimos de cerca la pérdida de empleo, la inestabilidad y el miedo a la enfermedad. Han surgido numerosas iniciativas para apoyar materialmente a quienes se han visto más golpeados. Es tiempo de identificarnos con los más cercanos, de ayudar a nuestros paisanos. Y después, si se puede, también a los de fuera que viven en nuestro país. Hacemos sin pudor un listado diferenciando entre los de aquí y los de allí. Como si estos últimos tuviesen menos derechos. O no se encontrasen en nuestra sociedad. Pero no podemos negarlo ni obviar su presencia. Ellos forman un nosotros. 

Quizá nuestra percepción cambiase si los consideráramos parte de la solución y no del problema.

Ante los retos que vivimos necesitamos personas valientes, emprendedoras, dispuestas a arriesgar. Entre los migrantes he conocido a muchos. No solo deciden comenzar un nuevo proyecto de vida. ¡Han elegido nustro país para llevarlo a cabo! Llegan ilusionados. Dispuestos a reconvertirse. Traen sus capacidades, formación, experiencia. Pero la comunidad no se fía del talento migrante. O tiene miedo de mirar un rostro diferente. O le incomoda su osadía. Estrecha su mesa y construye una vaya más alta en Melilla. Se recela de sus cualidades. Solo se ve su pobreza. Son, simplemente, consumidores de  nuestros recursos.

¿Qué pasaría si entre a quienes se les deniega el derecho a residir legalmente se encontrase el autor la vacuna contra la COVID-19? ¿Habremos dejado morir en el mar a un Einstein, o a un Mozart o a un Nobel de la paz? ¿Cuántos jóvenes está perdiendo nuestra sociedad? Aceptamos cómodamente vivir en esta incoherencia donde aplaudimos las experiencias con otras culturas. Consumimos comida procedente de otros países. Contratamos a personas versátiles, con capacidad de cambio y que hablen varios idiomas. Pero no queremos una persona diferente a nuesto lado. Al fin y al cabo, ¿qué podría aportarnos un migrante?

Quizá pensemos que no es tiempo para estos debates. Puede que sea el mejor momento. En la desesperada carrera por salir de esta situación podemos dejar a una parte en la cuneta. Entonces, no habremos alcanzado la meta. Dice el Papa Francisco que o lo hacemos todos juntos o no será posible. Dijo Jesús que cada persona es mi hermano, y mi madre, y mi padre. ¿Estaremos dispuestos a reconocernos en el otro sin prejuicios, sin pasado, sin historia?