Cuando la Caridad Florece

Sor Josefina Pérez
  • Sor Josefina Pérez
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06 | 02 | 2025

«Cuidad de no practicar vuestras buenas obras delante de los hombres para ser vistos”. (Mat, 6,3)

Nos ha dejado Sor Josefina Pérez Férriz el 29 de enero del 2025. Las Hijas de la Caridad que hemos vivido con ella en Menorca, sabemos de su incansable trabajo realizado a favor de las alumnas y sus familias. Sabemos, también, que ha marchado pobre, como llegó; pero que ha marchado rica porque trabajó a destajo en las obras de Dios. Deseamos, como dice el libro del Apocalipsis (1, 14), “que descanse de sus fatigas porque sus obras la acompañan”.

Agradecemos Mn. Joan Miquel Sastre, Párroco de la Concepción, sus palabras durante la Misa-funeral. Seguro que nuestra hermana no buscó en sus obras ni alabanzas ni reconocimientos; de todas maneras que nos perdone Jesús, que también dijo: “No se enciende una luz para ponerla debajo de un almud, sino sobre el candelero para que se vean las buenas obras”.

Publicamos aquí  la homilía completa:

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“Descanse en paz! La echaremos mucho, mucho, de menos”. “Para Dios sí, para nosotros impagable tanta entrega y un gran ejemplo de consagración”. “Deja un vacío muy grande. El Señor la acogerá en su seno”. “El Señor y la Virgen la recibirán en el cielo, estoy segura pues era una hermana buena”. “La echaremos mucho en falta, también en la familia y yo en particular”. “Era una buena Hija de la Caridad, doy gracias a Dios por su vida”. Y más y más. 

Eran algunos de los sentimientos que se expresaban por wasap cuando comuniqué a los grupos de la Parroquia su fallecimiento. Ciertamente que en el momento último tendemos a la valoración positiva, menos mal y gracias a Dios, pues de lo contrario nos sobra. No obstante, más allá de lo protocolario, en este caso, no me cabe la menor duda, se recoge lo sembrado. 

Todo comenzó en aquella patria chica y murciana de Yecla, allí nació, creció y sintió la llamada y para quien tiene corazón no puede dejar de enamorarse del Amor. Comenzó el desposorio, pasando por el proceso de formación hasta llegar a la Isla mediterránea. En Menorca eran tiempos muy distintos y distantes, pero no imposibles para quien ama con el nombre de Caridad. Aquí como laica consagrada, Hija de la Caridad, parafraseando a San Pablo se “hizo toda para todos” (1 Corintios 9:22-23) y para toda la vida. No se equivocó el filósofo Dostoyevski cuando dijo que “La belleza salvará el mundo”. De la misma manera que hay una belleza física, no menos y más cualificada hay una belleza que nos remite a Dios, la belleza de la vida entregada.

En esta tarde, esta vida entregada, la de Sor Josefina, somos nosotros, quien, como Iglesia, la entregamos a Dios y lo hacemos como grano de evangelio que se sembró en los surcos de la tierra menorquina para que fructifique para la eternidad. 

No porque nosotros lo pensemos, lo creamos, Cristo ha resucitado, sino que porque Cristo resucitó nosotros creemos. Está es nuestra fe, consecuencia del viviente y vivificador. Sí, somos fruto, personal y comunitariamente, de la Pascua y aquí estamos, celebrando la Pascua del Señor, el paso de Dios por su vida (la de Sor Josefina) y nuestra vida. Y cuando Dios pasa lo hace para liberar, purificar, restaurar la debilidad, entonces todo florece, todo fructifica, la bondad de cada uno se hace eterna. A esto le llamamos resurrección. Sí, creemos que todo lo bueno de nosotros no termina, sino que entra a gozar de la perennidad del amor de Dios. Ya San Pablo dijo que, de la fe, la esperanza y la caridad la más grande es el amor (1 Corintios 13:13). No menos nos recordó Jesús “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos…” (Jn 15, 12-17).

Sin la menor duda, la vida de Sor Josefina, como la de tantas Hijas de la Caridad, como la de tantos consagrados, ha tenido su cumplimiento entregándose, pues la caridad no tiene ni días ni horas. Para consagrar la vida, para ser religioso, sacerdote, hay que creer en el Amor y para ello, Ella, Sor Josefina, lo puso y lo dio todo. Quien siembra amor recoge amor. Y puesto que “la vida no se termina, sino que se transforma”, como rezamos en el prefacio de la Misa de difuntos, ahora creemos que Ella será acogida para siempre en el abrazo del amor eterno del Padre, recogiendo lo sembrado. 

Que dicha, que suerte, conocer a Cristo. Sólo él, el Señor es capaz de satisfacer todos los anhelos del corazón humano, sólo él le da plenitud. Sor Josefina lo descubrió y para él vivió como nos ha recordado el apóstol “Ninguno de nosotros vive para sí mismoy ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor;si morimos, morimos para el Señor;en la vida y en la muerte somos del Señor” (Romanos 14:8-10). Gustad estas palabras “Somos del Señor”. Que consuelo y que delicia saber que pertenecemos a Cristo, como Sor Josefina supo que pertenecía al Amado.   

El mismo que dijo “Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios” (Marcos 10,13-16). Ahora, le hablará, a ella diciéndole: tú que por mi los acogiste, tú que por mí con ellos reíste, a ellos educaste, con ellos sufriste, con ellos te enojaste, a ellos enseñaste, a ellos amaste, a ellos …, ahora te dirá: Sor Josefina "En verdad te digo que cuanto hiciste a unos de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis". (Mateo 25, 31-46).

Y de hacerlo lo hiciste, Sor Josefina, somos testigos de ello, y no podemos sino agradecerlo a Dios y a ti. Lo hiciste como eras, de cuerpo pequeño, de manos pequeñitas, de pies diminutos, pero de corazón grande, grande, como el de tantas hermanas. Todo, muchos de aquí somos testigos, todo sin alardes, sin protagonismos, sin buscar noticias, con discreción, todo como dice el evangelio haciéndote levadura, sal, luz, granito de mostaza, servidora del Reino al estilo de San Vicente y Santa Luisa.

Cuantas horas de docencia, cuantas horas en Juventudes Marianas, cuantas hiladas en los bordados enseñando a las señoras y recogiendo para las misiones, cuantas horas en el SAC para servir a los pobres, cuanta tiempo como catequista, cuantas reuniones extendiendo la devoción a la Virgen de la Medalla Milagrosa, cuanta vida de parroquia, cuanto como hermana con las hermanas en comunidad y la Compañía, cuanta oración y tanto y tanto como te recostaste en el pecho de tu Señor allí en vuestra capilla, y no menos también en el patio limpiándolo y cuidando las plantas, cuanto con los compañeros profesores, cuantos años en el comedor sirviendo, cuan amiga del personal no docente, cuanto con las voluntarias, cuantas veces te he encontrado en el pasillo de comunidad fregando, cuanto y tanto para el Belén  viviente, cuantas y cuantos, tantas que no se cuentan pues son una vida derramada, entregada para la extensión del Reino. Cuanto debe nuestra ciudad a tu carisma y a la vida de las hermanas, de feliz recuerdo Sor Demetria, Sor Elia y ahora tú Sor Josefina, solo por decir algunas pues la lista sería interminable a lo largo de estos 150 años. 

¿Qué tendrá el amor, cuando es verdadero? Tendrá lo que tiene, no conoce tiempo, ni días ni horas, porque supiste, que los pobres “son vuestros amos y señores”. Elevamos nuestras plegarias al Cielo, muy agradecidos por el carisma que encarnaste, como Hija de la Caridad, por tu saber hacer y estar, no lo dudamos, te espera el Dios uno y Trino, que es amor, te espera el abrazo eterno y si en la vida y en esta tierra menorquina quisiste caminar de la mano de San Vicente y Santa Luisa, de nuevo cógete ahora a ellos y con ellos abrazados a la Virgen Milagrosa goza para siempre del milagro del Amor eterno. Amén.

 

Hijas de la Caridad
Colegio de San José de Mahón