¡CRECEMOS!

  • crecemos
16 | 04 | 2021

Contigo, y contigo y contigo...y junto a ti! Crecen nuestros niños/as y adolescentes en el Centro de día "San Eugenio" de Valencia, en número, en sabiduría, edad y gracia (la de Dios). Y crece nuestro entorno, su patio ya repleto de hortalizas en germen que ellos/as mismos y sus educadoras han plantado para embellecerlo y comprobar que todo lo que se cultiva y cuida con cariño, CRECE! a su tiempo y manera, con sus diversos colores, formas y ritmos. Porque así nos quiere y los quiere Dios. Las Hijas de la Caridad, en respuesta renovada a su llamada, seguimos acompañando su crecimiento y aprendiendo de ellos/as a ser mejores siervas. Y lo hacemos unidas a otras personas, jóvenes que generosamente entregan parte de su tiempo para dedicarlo a este servicio. Reproducimos aquí el testimonio de dos de ellas, Roser y Gloria, que han estado durante los días de Pascua participando de las actividades de ocio y tiempo libre con los niños/as de nuestro centro. Nuestro agradecimiento a ellas, y a todas las que vendrán!

Soy Roser, una chica valenciana de 25 años estudiante de oposición. Me gustaría transmitiros la grata experiencia que viví la semana pasada.
Debido a las oposiciones llevaba viviendo unos meses de mucho estudio, estrés y cierta soledad, creo que es lo normal en esta etapa, aunque quizá demasiado encerrada en mi misma, en mi mundillo y mis problemas. Por eso, cierto día recibí con alegría la invitación de sor Clara, una amiga de las Hijas de la Caridad para realizar un voluntariado con menores en uno de sus centros de día durante la semana de Pascua.
No era lo que yo buscaba especialmente en ese momento, quizá después de esos meses de estrés me habría decantado por algún viaje de ocio o me habría buscado algún trabajo para con lo que ganara cubrir en parte, mis caprichos. Pero acepté la propuesta, con la confianza de que de esas experiencias Dios siempre saca más fruto y remueve más en nosotros de lo que a priori pensamos. En mi entorno recibieron con escepticismo mi nuevo plan de hacer un servicio en un sitio desconocido, con gente que no conocía de nada y encima de gratis.“¿Pero eso para qué ahora? ¿A ti qué se te ha perdido allí? Céntrate en tu futuro y déjate de perder el tiempo en tonterías.”
El primer día conocí a sor Amparo encargada del proyecto del centro, quien me introdujo en la que era su labor allí, aquella semana haríamos talleres y excursiones con los niños y adolescentes que allí acudían. Me encantó conocer el centro, más que una institución se respiraba una atmósfera de paz, de familia, estaba todo cuidado y bello, con huertecillos y jardines llenos de rosas. Me sorprendió la variedad de actividades que estaban preparadas; clases de patinaje, diferentes manualidades, visita al Jardín Botánico etc
Los primeros días los niños me bombardeaban a preguntas, querían saberlo todo de mí, lo cual me pareció bonito, y a la vez me hizo pensar, pues en la vida adulta normalmente llegas a un sitio nuevo y cada uno va un poco a la suya, sin interesarse especialmente por los demás y menos si son desconocidos.
Me sorprendieron en su forma de ser, inocente, sin complejos y tiernos, mostrándose ilusionados por lo que les contábamos o las actividades que proponíamos. En un momento dado los envidié. ¿En qué momento perdemos esas ganas de vivir, de mostrar interés por todo y de creernos invencibles? Ellos todo lo hacen jugando y sencillo, independientemente de las circunstancias de su vida. Ya lo dijo Jesús, que son esos los que entrarán en El Reino.
Pensé en las hermanas, las mujeres que hacen posible estos proyectos, cuya misión en la vida es identificar las heridas de la sociedad y acudir a limpiarlas y cuidarlas con el amor más puro que hay, el de Dios. ¿Qué belleza de vida no? Al igual que Jesús limpió los pies de los apóstoles, ellas acuden a sanar a aquellos hijos de Dios que con escalofriante indiferencia solemos dejar olvidados en los márgenes de la sociedad.
Observo la vocación de cada hermana y me recuerda a la parábola de la semilla, que cae en tierra buena, para entonces renunciar a sí misma como semilla individual, y deshacerse en la tierra, germinar, crecer y dar frutos mayores que alimentarán a otros, y a la vez, la harán a ella misma feliz. Al lado de las hermanas, mi vida me dio la sensación de ser un poco mediocre y egocéntrica y tendré que tomar medidas al respecto. Es cierto que algún día acabé agotada, pero era un agotamiento feliz, porque las energías invertidas en aquel lugar habían contribuido al Reino, el cual crece con cada acto de amor.
Dios puede hacer de nuestras vidas algo bello si conseguimos apartamos momentáneamente del ruido de lo mundano y escuchamos Su voz en el silencio, si entendemos sus enseñanzas y confiamos en su capacidad para hacer de nuestro tiempo en este mundo una historia de amor fraternal con Él, y con cada niño, como ha sido mi caso estos días, que necesite algo tan sencillo como ser acompañado.
Roser Fortea Calabuig
 

Estos días con los niños ha sido un regalo. He podido aprender un montón de ellos: su curiosidad y sus ganas de aprender, cómo los mayores cuidaban y se preocupaban por los más pequeños, su ilusión…Desde un primer momento se volcaron y me acogieron, sin ningún tipo de prejuicio o inconveniente; más bien desde su pureza de corazón y su cariño, queriendo saber sobre mí e invitándome a jugar con ellos. Ha sido enriquecedor ver su servicialidad y respeto por los mayores, y su delicadeza a la hora de tratar conmigo y pedirme que les ayudara en cosas tan simples como ponerse una chaqueta, pero que para ellos es todo un reto. Lo dicho…¡Todo un regalo y aprendizaje!
 
Gloria Muca